Durante los últimos 60 años, con la llegada del internet, la globalización, las crisis económicas, las tecnologías emergentes y la revolución digital, el sistema financiero ha experimentado una serie de cambios transformacionales que nos acercan cada vez más a lo que muchos conciben como “la banca del futuro”.
Este concepto evoca un imaginario social donde todas las personas pueden acceder a un ecosistema financiero eficiente, ágil, transparente, interconectado, simple e inmediato, capaz de responder a las cambiantes necesidades de la sociedad y a la volatilidad disruptiva del entorno.
Si observamos en perspectiva, podríamos argumentar que esta banca del futuro ya forma parte de nuestra realidad. Según datos del Banco Mundial, el 42% de los adultos en América Latina utilizan pagos digitales en su vida cotidiana, especialmente mediante aplicaciones y páginas web. Este avance ha sido posible gracias a la integración de tecnologías emergentes y a la revolución digital.
Además, la influencia de estas tecnologías emergentes en el desarrollo de la economía regional ha llevado a la banca tradicional a fortalecer sus procesos de inclusión financiera. Hoy en día, más del 71% de la población latinoamericana cuenta con un nivel mínimo de bancarización, con acceso a cuentas, productos y canales tradicionales como cajeros automáticos, sucursales, aplicaciones móviles, banca virtual y líneas telefónicas. A esto se suman soluciones financieras más sofisticadas que integran tecnologías disruptivas y exponenciales, marcando una evolución en la banca.
Entre las muchas innovaciones adoptadas se destacan la inteligencia artificial, el procesamiento de lenguaje natural, el blockchain, el open banking, el internet de las cosas y la computación en la nube. Estos desarrollos han llevado a la industria a un nivel superior con opciones de banca como plataforma y como servicio (Banking as a Service – BaaS / Banking as a Platform – BaaP).
En
medio de esta revolución sin precedentes y los cambios ya presenciados, surge
una pregunta inevitable: ¿Cómo será la banca en los próximos años?
La respuesta no es simple, pero una cosa es segura: la banca del futuro, esa que está cerca y sigue evolucionando, estará centrada en el cliente, será digital, garantizará la seguridad y protección de los datos, y se mantendrá altamente innovadora.
La transformación digital continuará su marcha, y las instituciones financieras debemos adaptarnos para no quedar rezagadas en un mundo cada vez más ágil e interconectado.
Por eso hablamos de ser puente, porque el camino está servido para que la banca tradicional y la del futuro transiten juntas hacia soluciones integradas que faciliten el acceso y la transaccionalidad, no solo entre los clientes de nuestro banco, sino con todos los actores del sistema financiero. Insistimos: es un puente que debemos atravesar juntos y la tecnología nos está demostrando que es posible hacerlo.
En
conclusión, la banca del futuro será cada vez más digital, personalizada e
inclusiva. Solo aquellos que se comprometan a poner a los clientes en el centro
de sus operaciones, generar soluciones competitivas que atiendan sus
necesidades y actuar de manera ética y responsable estarán mejor posicionados
para prosperar en este nuevo mundo lleno de oportunidades.
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